lunes, 23 de abril de 2012


Colaboración: Volaré cual ave al cielo mismo: año 1811. A cargo de Norma Ángela Michelli


Volaré cual ave al cielo mismo: año 1811


Prólogo:

Esta es la triste historia de una familia uruguaya en el año 1811.-







Una familia tipo formada por cinco miembros a saber: Juan  José Pelegrini ( padre),Carola Juncos de Pelegrini(madre), Inés María de 20 años (hija), Sofía Alicia de 17 años (hija), Rebeca Marita de 15 años (hija).
Viven en la ciudad de Montevideo, en un barrio suburbano, cerca del centro.
Ciudad edificada, sobre una colina baja, en el extremo de una península, su población cercana a las veinte mil personas hacen que esté bastante construida, rodeada de murallas.
La casa de los Pelegrini es de una sola planta y ocupa media cuadra, entre parque, edificación y capilla propia.
A fines de febrero (en  término de 3 días) se iniciará el carnaval, festividad de relativa importancia por aquel entonces.
En los barrios periféricos, se intensifica más. Esto ocurre porque la muchachada del centro se vuelca a ello para mejor diversión.
La familia Pelegrini es de abolengo, solo que económicamente descendieron mucho.
También porque el padre, de acuerdo a sus posibilidades, decidió adquirir esa propiedad.
Montevideo posee un puerto mediocre más parecido a un muelle, donde anclan barcos de solo cuatrocientas toneladas, como máximo.
Pasemos ahora, al interior de la vivienda, de un solo piso, muy cómoda. En este momento; están ubicados en el comedor, alrededor de la mesa, almorzando carne vacuna asada que abunda mucho y es barata.
Se come en todo los hogares, mas o menos humildes, no es muy tierna, ni de calidad, gracias al libre comercio de Moreno, los pudientes y las exportaciones se llevan las mejores carnes.
Doña Carlota es muy buena cocinera y se las ingenia para preparar exquisitos platos, acompañados de aderezos de todo tipo y verduras crudas.
Juan José encargado de espantar las moscas, dado que su condición económicas no le permite tener mulatitos para tal efecto, enloquecedoramente abundantes y molestas, tratan de posarse en la mesa.
Dejando su tarea a un lado, decide hablar sobre sus derechos, con respecto a las fiestas carnestolendas, muy próximas.
-¿Qué habeís decidido hijas, sobre estas fiestas tan groseras para mí?
-¡Vaya hombre que manera de expresarte! Lo que pasa es que ya eres madura y eso no va contigo, ni con tus años- le dice su esposa algo molesta.
-¡Puede ser, puede ser!
-¡Papá!- comenta la mayor- Con respecto a los juegos de agua, no te preocupes, creo que se realizarán a lo largo de estas dos cuadras.
-Así lo dispusieron las autoridades barriales.
-Lo que me preocupa es que enchastrarán la casa sacando agua.
 -No- agrega Sofía- Usaremos el depósito del parque, ¿está bien?
 -Perfecto hija.
-El aguatero vendrá todos los días, durante las fiestas, de manera que no habrá problemas- dice la madre complaciente- Además, es grande y no nos dejará sin ella.
-¿Papá?- pregunta Rebeca- ¿nos dejarás ir a los bailes?
-Sí hijas, siempre y cuando sean familiares.
-Dime, Juan ¿ Qué te parece si hacemos uno aquí?
-¡Oh madre que buena idea!
-Sí, dí que sí- dudó un poco, pero luego acostumbrado a mimosear a sus hijas dijo que sí.
-Iniciaremos el carnaval con uno. Será el primer sábado, con un baile de lindas máscaras.
Haré las invitaciones, ustedes eligen los y las jovenes a concurrir.

Este señor es un comerciante de Montevideo exportador de cueros y cebos a Europa, carnes secas a las Indias Occidentales.
Su negocio mermó debido a las medidas tomadas por Moreno, con respecto al comercio en la primera Junta.
Aún así suele enviar grandes pedidos a la Habana (Cuba).
Las continuas visitas a la Habana y otros puntos de Cuba, a favorecido el noviazgo y cercano casamiento de su hija Sofía Alicia.
La mayor María Inés, está a punto de contraer enlace y alejarse para Europa.
Está de novia con un viudo amigo de su padre y deberá atender a sus cuatro hijos casi de la misma edad de ella.
A media tarde, comenzó la mateada en el patio de la casa, aún se hablaba sobre los festejos.
Doña Carlota, dueña de una extensa franja de yuyos aromáticos, saboreaba un té de yerba buena pues el mate no le sentaba bién.
El calor apretaba a esa hora y se avecinaba una gran tormenta, traían a veces tanta lluvia, que arrasaban los sembrados y morían los animales.
-¡Qué tormenta viene! No salgas hoy de casa.
-Pero mujer, debo poner lo mío a resguardo, me acaban de informar que un rayo afectó a un navío en plena marcha.
-¿Lo hundió?
-No se sabe aún, ya vendrán más noticias, nada bueno debe haberle pasado.
-¿Qué fatalidad no?, pobre gente los viajeros tal vez no lleguen a destino.
-Era de carga, Carlota, no de pasajeros.
-¿Y la tripulación, acaso no son personas?
-Pero ellos saben arreglárselas para salvarse.
-Dime; ¿no se puede hacer algo para evitar la catástrofe.
-Con el tiempo es casi imposible, por no decirlo directamente, ya vendrán tiempos mejores, nosotros no lo veremos; nuestras hijas tampoco, ni nuestros nietos, pero tal vez los bisnietos.

Los barrios de Montevideo, rodeados de algunas pequeñas colinas, están aislados sin casas, de tal forma que suelen pasar pequeños arrollitos entre ellas.
Como no están lo suficientemente alejados del centro urbano, no se les puede llamar poblado, pero tampoco tan cercanos para decirles barrios.
Lo lógico sería que a través del tiempo y al poblarse de nuevos habitantes, queden tan conectados al núcleo de la ciudad que se conviertan en tales. Por ahora, esos arroyuelos suelen ser aprovechados para poseer sus propias huertas.

Primer sábado de carnaval

Desde la mañana se ven en las calles, grupos de negros pintorescamente vestidos para el caso, danzando frenéticamente. Al llegar la noche, quedan tirados en las veredas y umbrales, dormidos profundamente hasta el otro día, que continúan su baile.Son reemplazados por nuevos bailarines.
En otros sitios, juegan al carnaval y se hacen estragos con el agua, se arruinan jardines y muebles, se trabaja más de la cuenta cuando el juego pasa en el hogar de los Pelegrini.
Comienzan los preparativos para el baile.
Sábado diez de la noche.
En un rincón de la sala, la gente mayor se entretiene combinando; la música con el café, los naipes con la risa y la conversación.
A otros, la danza los moviliza un poco.
Diversas mascarita para todos los gustos.
Bailan animadamente, la gente joven en su mayoría.
Inés María, muy de colombina, hace graciosísimos giros y piruetas en brazos de su pareja, en punta de pie.
Más allá, la contra danza con sus intrincadas figuras le da a las parejas, además de lucir sus costosísimos disfraces de gracia inimitable, soltura y refinamiento natural.
Sofía Alicia (detrás del antifaz de María Antonieta) baila muy enamorada de su novio cubano un cielito porteño, danza popularizada, muy recientemente, en los ámbitos uruguayos.
De pronto, un grupo de jóvenes rodean el piano, donde está ubicada Rebeca Marita. Comienza a ejecutar un vals de su autoría, "Volaré cuál ave al cielo mismo" con su lánguida voz de soprano.
Fabián María Gonzalez, su ferviente admirador uruguayo, se acercó al verla temblar de pies a cabeza, muy cerca ya pudo comprobar que sus mejillas enrojecidas, ardían como dos brazas.
-¿Qué ocurre Rebeca, no te sientes bién?
-No, pero ya pasará- Mas no pasó; cayó al suelo, trató de enderezarse y ponerse de pie como si fuera una muñeca de trapo en un brutal desmayo.
El joven se precipitó y levantándola en los brazos se abrió paso entre los invitados.
Dirigiéndose al dormitorio más cercano, sin ninguna autorización pues el tiempo apremiaba.
Nadie deseaba continuar la fiesta. De manera que comenzaron a retirarse en silencio y preocupados, prometiéndo volver al otro día para informarse sobre el estado de la joven.
Llamaron al médico.
Fabián no se movió de su lado, pidió permiso para permanecer toda la noche y parte del otro día a la expectativa, cosa que agradó mucho a los padres de Marita.
Comenzaron a pasar los días, según el médico padecía una fuerte pulmonía, provocada por un gran enfriamiento.
El joven no quería delatar al verdadero culpable, pero comentó lo acontecido, durante el día.
Rogelio Ramirez, el vecino enamorado de la niña sin correspondencia, preso de los celos la arrojó al estanque, que chapoteando en el agua, intentaba salir.
Fabián la vió y suponiendo que no sabía nadar acudió prontamente en su ayuda.
No dijo el nombre del causante, solo manifestó, que la vió por casualidad al pasar por allí.
Rebeca se agravaba cada vez más, sus padres desesperados no alcanzaban a comprender por qué se enfermó si era verano y el calor apretaba, sobre todo tratándose de una joven fuerta como ella.
-Pase doctor, buenos días, si le podemos llamar así.
-Buenos días señora, tómelo como de costumbre, afuera es un día precioso de sol.
-¿Cómo está la enferma hoy?
-Pase a su habitación, compruebe usted mismo, yo la veo mal.
-Está bien, permiso entonces.
-Adelante señor.
-No desespere, mejorará despacio. Es joven y fuerte, la ciencia puso lo suyo, yo lo mio y veremos los resultados.
Luego de una minuciosa revisación levantó la vista, mirando detenidamente a los padres agregó, nada más se puede hacer habrá que esperar la mano de Dios.
De pronto la joven, tomó la mano del médico y murmuró algo tan bajo, que él solo oyó; -Volaré cuál ave al cielo mismo, doctor.
-El hombre palideció y dos gruesas lágrimas resbalaron por sus mejillas.
-Hija no diga eso, pronto estará bién y revoloteará como una mariposa por toda la casa.

Días después una pequeña caravana de personas sube la cuesta que conduce al cementerio.
Llevan el ataúd los jóvenes amigos de la casa.
Fabián María adelante y detrás el arrepentido Rogelio Ramirez, llorando como un niño.
Luego del sepelio, el médico antes de retirarse hizo este comentario a las personas presentes.
-Señores aquí no está Rebeca Marita, señalando la sepultura; ella voló cuál ave al cielo mismo.
Sus ojos enceguecidos por los rayos del sol, que le obligó a parpadear varias veces.  Alcanza a decir; señalando con un dedo hacia arriba, una blanca paloma que remontaba vuelo.
-¡Allá va, allá va! la blanca paloma a la casa del señor, su antigua morada.
                                                                          

                                                                        FIN.
                                                            Norma Angela Michelli.


Blog de la autora 

Muchas gracias por acercar tu relato a LDU. Agradezco a todos los lectores que quieran dejar sus comentarios que serán transmitidos a la autora y la difusión que puedan ofrecer (mediante redes sociales).

2 comentarios :

Neogeminis Mónica Frau dijo...

Una historia muy triste ambientada en un Montevideo antiguo que aprovecho para conocer.


saludos!

omar enletrasarte dijo...

tiene buenas pinceladas,
saludos

PD ¡allá va!!